Mi vida era normal. Trabajar, estudiar, entrenar, competir. Repeat. Estuve enamorado, había sufrido por amor, había llorado, reído, amado. Había peleado y había cedido. Creía que eso era todo. Creía que eso era la vida, que de eso se trataba, de estar bien. De correr algún que otro riesgo, siempre a salvo.
Un día apareciste con toda esa inmensidad, con toda esa sonrisa, con esa mirada penetrante, con esa camiseta enorme con el nombre de otra. Me llamaste la atención. Mucho. Pero tenía entendido que tenías dueño. Ni se me cruzaba por la cabeza acercarme. Creo que estuvimos todo el día así, con miradas cruzadas, yo siendo el foráneo desconocido para vos pero que seguramente habías escuchado nombrar, vos la belleza exótica (para mí), esa perfección inalcanzable, a la que solo atinaba a mirar de a ratos y con mucho disimulo.
Ese día fue bisagra, el comienzo de una montaña rusa que comienza muy despacito, al menos para mí, que estaba (estoy) arriba, y que lentamente va cayendo en bucles sin fin.
Esa noche me hablaste, mi sonrisa no la viste, pero fue similar al rostro de un niño que recibe su regalo favorito en navidad. Te contesté y dejé un pie para poder seguir hablando. Y hablamos. Y hablamos. Y seguimos hablando. Y no paramos de hablar.
Eso dio pie a que un mes después nos encontremos. Y nos demos nuestro primer beso abajo de un árbol en el mismo lugar donde nos conocimos. Y nos miramos, nos abrazamos. Sonreímos. Mi cara era felicidad, la tuya eran dudas. Pero sabía que me querías.
No hace falta relatar el desenlace de todo este primer encuentro. Solo que nos tuvimos que separar. Y aprender. Porque de los errores se aprende, se quitan dudas, se crece, mejoramos. Y si somos mejores, podemos hacer mejor al otro.
Meses después nos volvimos a hablar. Mediante indirectas y mensajes confusos, volvimos a charlar. Ambos sabíamos que siempre pensamos el uno en el otro, a pesar de la distancia de los caminos separados. Lo sabíamos, estábamos seguros. Hasta que nos besamos en la puerta equivocada. Pero eso beso y ese abrazo con olor a cigarrillo no era un error.
Hoy puedo decir que te amo. A vos como un todo, a vos como la suma de todo lo que sos, me amo a mí, cómo soy con vos, me siento fuerte, lindo, amado.
Amo tu cuerpo desnudo con esas curvas interminables que me dominan y me incitan a amar. Amo los dibujos en tu piel, tanto los de tinta como los naturales. Amo tu boca, como se afina en una sonrisa y cómo se tuerce en los enojos. Amo tus manos cuando tocan las mías y se entrelazan con mis dedos, formando un solo ser. Amo tus piernas, fuertes, hermosas. Amo tus ojos, que me miran, que se achinan. Amo tu pelo, falsamente lacio. Amo tu piel suave, su aroma que me da paz al dormir. Amo tu nariz, tus pómulos, tu frente.
Podría escribir mil líneas sobre todo lo que amo de vos. Podria escribir mil líneas más sobre lo que causás en mí. Podría escribir sobre cómo imagino a nuestros hijos, a nuestra mascota, a nuestro hogar. Podría escribir tanto sobre esto. Tanto.
Mi vida era normal. Estuve enamorado, había sufrido por amor, había llorado, reído, amado. Bah, eso creía. Ahora me doy cuenta que nunca había amado realmente, nunca había sufrido realmente. Nunca había sido feliz realmente.
Estoy en la montaña rusa, sintiendo el viento en mi cara. Sintiendo el vértigo de la caída. Tomando todos los riesgos. Y ya nada importa. Porque una vez que encontrás tu propósito en la vida, no importa nada más.
Estoy acá, con el objetivo de hacerte feliz. Amarte y respetarte, hasta que la muerte nos separe.
Te amo, y eso es todo lo que voy a decir.
"Ella es el sueño de un perdedor que la encontró y ahora puede existir. Y voy a existir"
Lisérgico Inmaduro
La vida es así.
Yo soy así, si te gusta bien, y sino también.
miércoles, 22 de noviembre de 2017
sábado, 1 de diciembre de 2012
El último regreso
Siento que fracaso. Siento temor. Miedo a morir. Miedo a vivir. Dolor, pero ese tipo de dolor que no se va. Viajás sin ir a ningún lugar, ves la gente pasar, nadie sabe lo que vas a hacer. Nadie se fija en vos, sos insignificante en sus vidas. Y vas con miedo. Miedo a morir, miedo a vivir. Escuchás música que no entendés, pero te hace bien. Y caminás. Y duele el cuerpo, duele el alma.
Estás solo, solo contra tus miedos. Miedo a morir. Miedo a vivir. Mirá el reloj, buscando excusas, pero no las encontrás, solo sabés que están ahí. Buscás el camino más fácil, todos creen que es el más fácil, pero vos sabés que es el último recurso, que diste todo. Y vuelven los miedos, tu vieja en un ataúd, tu viejo golpeándote, odiándolo con tu vida con tan solo 4 años. A los 4 años es posible odiar? Es posible odiar en algún momento de nuestras vidas? Pateás una piedra con bronca.
Nadie te presta atención, y volvés a estar solo. Los auriculares pesan. La ropa pesa, la billetera pesa. El dolor insostenible pesa, no lo aguantás. Y vuelve el miedo, el miedo a vivir, porque cada vez tenés menos miedo a morir. Y caminás y los autos pasan. Llegás a la estación y el tren se acerca. Qué rápido y lindo sería un final. Ahí, ahora. Ya. Pero no, no ahora, no acá, no así. Y el miedo se transforma en fuerza. Fuerza para qué? Para nada, porque sabés que el dolor va a seguir ahí. Al igual que el miedo. El miedo a morir, el miedo a vivir. Desaparecer, ese es tu sueño, lo sé porque siento lo mismo. Pero estás solo, al igual que yo. Al igual que todos.
Te acostás, dormís, te despertás. Sigue todo igual. Todo exactamente igual. Y el dolor no se va más. Y el miedo no se va más. Hasta que te das cuenta que valiente no es ese que no tiene miedo. Valiente es aquel que enfrenta sus miedos, y no los supera, solo cae contra el frío suelo, y vuelve a levantarse a mirar a los ojos a ese miedo. Yo era de los que se escondían abajo de la cama, de los que tenían miedo de ir al baño, de los que dormían con la luz prendida. Pero mami no va a venir a la madrugada a abrazarme, a decirme que no pasa nada, a taparme con mi sábana. Al menos ya no.
Ahora soy de esos que no tienen miedo de morir, pero eso no me hace valiente. Me siento valiente porque, a pesar de tener tanto miedo de vivir, me enfrento al espejo cada día, a mi cuerpo cansado y con dolor, y salgo a la calle con una sonrisa, esperando a que la muerte no me agarre por sorpresa. No, no soy feliz, pero quién lo es? A diferencia de los demás, me doy una posibilidad todos los días de serlo, de encontrar esa felicidad absoluta. Por suerte tengo todo el tiempo del mundo, porque los fantasmas ya no podemos morir.
lunes, 28 de noviembre de 2011
Algún día
Algún día mi corazón dejará de latir al ritmo de tu amor.
Algún día mi voz sonará sin gritar tu nombre entre líneas.
Algún día mi cama olvidará la silueta de tu cuerpo.
Algún día mi ropa dejará de oler a tu perfume de rosas.
Algún día caminaré por la calle sin intentar encontrarte.
Algún día mis ojos dejarán de llorar tu ausencia.
Algún día mi piel borrará las marcas que me dejaste.
Algún día voy a caminar descalzo sobre las brasas de tu nombre y ya no me dolerán los pies.
Algún día mi mente recuperará los recuerdos felices.
Algún día vas a volver? Algún día te voy a olvidar?
Algún día dejaré de tratar de olvidarte?
Algún día sabré todas estas respuestas, porque algún día te amé, me amaste, y prometiste no irte nunca más, y yo, a pesar de todo, seguí firme acá, mirando el cielo, sabiendo que algún día volveremos a estar juntos..
Algún día mi voz sonará sin gritar tu nombre entre líneas.
Algún día mi cama olvidará la silueta de tu cuerpo.
Algún día mi ropa dejará de oler a tu perfume de rosas.
Algún día caminaré por la calle sin intentar encontrarte.
Algún día mis ojos dejarán de llorar tu ausencia.
Algún día mi piel borrará las marcas que me dejaste.
Algún día voy a caminar descalzo sobre las brasas de tu nombre y ya no me dolerán los pies.
Algún día mi mente recuperará los recuerdos felices.
Algún día vas a volver? Algún día te voy a olvidar?
Algún día dejaré de tratar de olvidarte?
Algún día sabré todas estas respuestas, porque algún día te amé, me amaste, y prometiste no irte nunca más, y yo, a pesar de todo, seguí firme acá, mirando el cielo, sabiendo que algún día volveremos a estar juntos..
domingo, 25 de septiembre de 2011
Amanecer
Me despierto, y el amanecer recae sobre mis ojos nuevamente.
El sol molestando mi visión, iluminando mi habitación, haciendo brillar tu
cabeza sobre mi almohada. Te miro, tus cabellos revueltos representando el
desorden de mi alma. Nuestra ropa desparramada por el suelo de mi cuarto,
dejando entrever la intensidad de nuestra pasión. Me siento en la cama y
pienso. Pienso en vos, que sos mía, que estás conmigo y no quiero que te vayas.
Quisiera despertarte para seguir probando tus labios, para poder ver tus ojos. Dormís
profundamente, totalmente entregada al mundo de los sueños. Te miro, y aunque
aparte la mirada, tu imagen rebota en mi mente. Mi corazón late a un ritmo singular,
sincronizado al tuyo. Podría estar horas observándote, viendo como los rayos
del sol filtran por la ventana haciendo más evidente tu belleza.
Mi corazón murió alguna vez, y vos simplemente mirándome a
los ojos lo fuiste reviviendo de a poco. ¿Existe Dios acaso? Si existe, sos la
prueba irrefutable de que sus ángeles existen, y que cada uno de nosotros tiene
uno, y yo te tengo a vos, el más hermoso de todos. Necesité de vos desde la
primera vez que te vi, tu presencia me estremeció desde el primer momento. ¿Es
eso lógico? ¿Es esto “amor”? El amor no tiene lógica, de la misma manera que tampoco
la tiene mi locura.
Te despertás y me buscás con la mirada, te sonrío, me sonreís.
Me vuelvo a recostar, y huelo tu pelo, te beso suavemente y nos miramos. ¿Es
esto realidad? ¿O simplemente es esto parte de una fantasía? Es demasiado
perfecto para ser real, es demasiado perfecto y lo disfruto.
Tus huellas quedan en mi cuerpo, mi piel tiene tu aroma,
tiene que ser real. Pero no. Ya no.
Me despierto, los rayos de sol golpean en mi cara. Me doy
vuelta y no estás. Solo me queda volver a dormirme, para tenerte aunque sea en
mis sueños, porque nunca vas a volver.
miércoles, 11 de mayo de 2011
sábado, 5 de febrero de 2011
A veces
A veces pierdo las esperanzas. A veces recuerdo tus ojos verdes cristalinos. A veces me quedo despierto mirando el alba recordando tu dulce voz. A veces toco mi música y sonrío nostálgicamente. A veces vuelvo a perder las esperanzas. A veces miro tus fotos y las tiro al suelo. A veces leo historias de reyes y princesas imaginándote conmigo. A veces recorro ciudades perdiendo mi mirada en la lejanía, buscándote. A veces recobro las esperanzas. A veces te veo, y ya no estás. A veces pienso "¿por qué?". A veces comprendo el porqué de tu ida. A veces desando nuestros viejos caminos, que ya no tienen tus huellas. A veces no te veo, porque ya no estás. A veces recojo tus fotos del suelo, y me siento a observarte. A veces digo "¿para qué?". A veces te extraño, pero lo niego. A veces te sigo amando, pero en secreto. A veces estoy con vos allá lejos, donde no te puedo hallar. A veces escribo textos y vuelvo a escribir sobre vos. A veces vuelvo a mirar tus fotos. Y se humedecen. Se humedecen con mis lágrimas. Ya no lloro el desamor. Ya no lloro por rencor. Es que a veces te necesito, a veces ya no te amo, pero te vuelvo a amar. Y aunque ya te olvidé, a veces te recuerdo, y aunque tengo esperanzas de volver a verte, a veces esas esperanzas ya las perdí.
domingo, 16 de enero de 2011
Tus ojos
Te miro a los ojos y lo disfruto. En ellos se reflejan mi felicidad y la tuya. Destellos de esperanza y alegría por encima de borrones lejanos de melancolía y angustia. Todo eso en un instante que dura un siglo, un siglo que pasa en un segundo.
Tus ojos cansados muestran pequeños atisbos de debilidad, de desgano y una pizca de desprecio. Pero a mi primer parpadeo ese cansancio se convierte en energía, en vida.
Me mirás fijo. Paulatinamente nos perdemos de vista y nos encontramos en el fin del mundo, con una estampida de animales extintos bajo nuestros pies. Volamos sin soltarnos, como si nuestro abrazo fuera la fuerza que nos mantiene en el aire, vivos. Nuestras miradas jamás dejan de encontrarse. Tus ojos jamás dejan de reflejar los míos.
Te miro fijo. Por momentos sos como un espejo que me lleva al pasado, épocas doradas de amor incondicional y sin reproches. Pero ahora estoy acá, con vos, que no de me dejás de mirar, que no te dejo de mirar.
El tiempo no pasa, o pasa muy rápido, no lo sé. Pensar que muy poco tiempo atrás mi vida no tenía rumbo, y ahora estoy acá, con la persona que le da sentido a mi vida. Tu fragilidad me obliga a ser fuerte, a luchar contra los ejércitos más temibles, a enfrentar a los monstruos más poderosos, porque vos sos mi fuerza. Pero de eso nada sabés. Solo mirás mis ojos. Mis ojos que reflejan los tuyos.
Escucho un ruido y nuestra burbuja de amor se rompe en mil pedazos. Pudieron haber pasado mil horas en esa habitación, solo sumergido en la belleza de tus ojos, y en ese momento vuelvo a la realidad. Me voy, pero sin dejar de mirarte una vez más desde la puerta, mientras dormís en tu cuna.
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