La vida es así.

Yo soy así, si te gusta bien, y sino también.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ella

Mi vida era normal. Trabajar, estudiar, entrenar, competir. Repeat. Estuve enamorado, había sufrido por amor, había llorado, reído, amado. Había peleado y había cedido. Creía que eso era todo. Creía que eso era la vida, que de eso se trataba, de estar bien. De correr algún que otro riesgo, siempre a salvo.

Un día apareciste con toda esa inmensidad, con toda esa sonrisa, con esa mirada penetrante, con esa camiseta enorme con el nombre de otra. Me llamaste la atención. Mucho. Pero tenía entendido que tenías dueño. Ni se me cruzaba por la cabeza acercarme. Creo que estuvimos todo el día así, con miradas cruzadas, yo siendo el foráneo desconocido para vos pero que seguramente habías escuchado nombrar, vos la belleza exótica (para mí), esa perfección inalcanzable, a la que solo atinaba a mirar de a ratos y con mucho disimulo. 

Ese día fue bisagra, el comienzo de una montaña rusa que comienza muy despacito, al menos para mí, que estaba (estoy) arriba, y que lentamente va cayendo en bucles sin fin.

Esa noche me hablaste, mi sonrisa no la viste, pero fue similar al rostro de un niño que recibe su regalo favorito en navidad. Te contesté y dejé un pie para poder seguir hablando. Y hablamos. Y hablamos. Y seguimos hablando. Y no paramos de hablar.

Eso dio pie a que un mes después nos encontremos. Y nos demos nuestro primer beso abajo de un árbol en el mismo lugar donde nos conocimos. Y nos miramos, nos abrazamos. Sonreímos. Mi cara era felicidad, la tuya eran dudas. Pero sabía que me querías.

No hace falta relatar el desenlace de todo este primer encuentro. Solo que nos tuvimos que separar. Y aprender. Porque de los errores se aprende, se quitan dudas, se crece, mejoramos. Y si somos mejores, podemos hacer mejor al otro.

Meses después nos volvimos a hablar. Mediante indirectas y mensajes confusos, volvimos a charlar. Ambos sabíamos que siempre pensamos el uno en el otro, a pesar de la distancia de los caminos separados. Lo sabíamos, estábamos seguros. Hasta que nos besamos en la puerta equivocada. Pero eso beso y ese abrazo con olor a cigarrillo no era un error.

Hoy puedo decir que te amo. A vos como un todo, a vos como la suma de todo lo que sos, me amo a mí,  cómo soy con vos, me siento fuerte, lindo, amado.

Amo tu cuerpo desnudo con esas curvas interminables que me dominan y me incitan a amar. Amo los dibujos en tu piel, tanto los de tinta como los naturales. Amo tu boca, como se afina en una sonrisa y cómo se tuerce en los enojos. Amo tus manos cuando tocan las mías y se entrelazan con mis dedos, formando un solo ser. Amo tus piernas, fuertes, hermosas. Amo tus ojos, que me miran, que se achinan. Amo tu pelo, falsamente lacio. Amo tu piel suave, su aroma que me da paz al dormir. Amo tu nariz, tus pómulos, tu frente. 

Podría escribir mil líneas sobre todo lo que amo de vos. Podria escribir mil líneas más sobre lo que causás en mí. Podría escribir sobre cómo imagino a nuestros hijos, a nuestra mascota, a nuestro hogar. Podría escribir tanto sobre esto. Tanto.

Mi vida era normal. Estuve enamorado, había sufrido por amor, había llorado, reído, amado. Bah, eso creía. Ahora me doy cuenta que nunca había amado realmente, nunca había sufrido realmente. Nunca había sido feliz realmente.

Estoy en la montaña rusa, sintiendo el viento en mi cara. Sintiendo el vértigo de la caída. Tomando todos los riesgos. Y ya nada importa. Porque una vez que encontrás tu propósito en la vida, no importa nada más.

Estoy acá, con el objetivo de hacerte feliz. Amarte y respetarte, hasta que la muerte nos separe.

Te amo, y eso es todo lo que voy a decir.


"Ella es el sueño de un perdedor que la encontró y ahora puede existir. Y voy a existir"

No hay comentarios:

Publicar un comentario