Me despierto, y el amanecer recae sobre mis ojos nuevamente.
El sol molestando mi visión, iluminando mi habitación, haciendo brillar tu
cabeza sobre mi almohada. Te miro, tus cabellos revueltos representando el
desorden de mi alma. Nuestra ropa desparramada por el suelo de mi cuarto,
dejando entrever la intensidad de nuestra pasión. Me siento en la cama y
pienso. Pienso en vos, que sos mía, que estás conmigo y no quiero que te vayas.
Quisiera despertarte para seguir probando tus labios, para poder ver tus ojos. Dormís
profundamente, totalmente entregada al mundo de los sueños. Te miro, y aunque
aparte la mirada, tu imagen rebota en mi mente. Mi corazón late a un ritmo singular,
sincronizado al tuyo. Podría estar horas observándote, viendo como los rayos
del sol filtran por la ventana haciendo más evidente tu belleza.
Mi corazón murió alguna vez, y vos simplemente mirándome a
los ojos lo fuiste reviviendo de a poco. ¿Existe Dios acaso? Si existe, sos la
prueba irrefutable de que sus ángeles existen, y que cada uno de nosotros tiene
uno, y yo te tengo a vos, el más hermoso de todos. Necesité de vos desde la
primera vez que te vi, tu presencia me estremeció desde el primer momento. ¿Es
eso lógico? ¿Es esto “amor”? El amor no tiene lógica, de la misma manera que tampoco
la tiene mi locura.
Te despertás y me buscás con la mirada, te sonrío, me sonreís.
Me vuelvo a recostar, y huelo tu pelo, te beso suavemente y nos miramos. ¿Es
esto realidad? ¿O simplemente es esto parte de una fantasía? Es demasiado
perfecto para ser real, es demasiado perfecto y lo disfruto.
Tus huellas quedan en mi cuerpo, mi piel tiene tu aroma,
tiene que ser real. Pero no. Ya no.
Me despierto, los rayos de sol golpean en mi cara. Me doy
vuelta y no estás. Solo me queda volver a dormirme, para tenerte aunque sea en
mis sueños, porque nunca vas a volver.
