La vida es así.

Yo soy así, si te gusta bien, y sino también.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Antes de volver a casa

Esas calles me remontan a tiempos pasados, ruidos, aromas, el horizonte en la lejanía dibujado de esa manera tan particular, el árbol de la plaza, los chicos corriendo, el puesto de diarios, la señora del kiosco con esa sonrisa resplandeciente, aunque ya con canas entreveradas en sus cabellos castaños. Mi vida pasó como un rayo, y me encuentro acá parado, en este punto del universo, tan solo, pero rodeado de todos, tan desolado, pero mezclado entre la gente. Me pregunto, ¿qué hubiese sido de nosotros?, épocas felices de sonrisas, de música festiva, de besos adolescentes, pero con mucho amor. El amor que fue mi energía, ahora desvanecida, casi apagada, el motor que mueve el mundo, mi mundo, donde vivíamos los dos, con nuestros sueños, nuestras tontas peleas, que siempre se perdían en interminables abrazos.
Me vi parado en esa esquina, con la mirada perdida, observando esa paloma que sobrevolaba, envidiando ese vuelo repentino, ahuyentadas por los transeúntes que pasaban sin mirar. Miré mis manos, arrugadas por el tiempo, curtidas de tantos viajes a quién sabe donde. Miré mis ropas, fuera de moda, y en la vidriera vi reflejados mis cabellos revueltos, desordenados, tan desordenados como mis pensamientos.
Caminé unas cuadras, a paso lento, pero persistente, casi sin mirar a los costados. Ahí estaba, el viejo árbol, donde escribimos nuestros nombres por primera vez, donde nos juramos amor eterno, donde nos besábamos a escondidas, con nuestros uniformes escolares, llenos de vida y esperanzas, con las hormonas a flor de piel.
Seguí caminando, pero ésta vez con una sonrisa. Me paré en la vereda del colegio, vacía ya de niñez, pero llena de mí, llena de mi vacío melancólico. Me imaginé con la camisa y la corbata, con mi mochila repleta de libros y cuadernos, con vos mirándome de lejos.
“La vida es corta”, me dije. ¡Qué frase más insípida pero tan certera! Te fuiste de un día para el otro, casi sin pensar. No te animabas a mirarme, pero tus lágrimas derramándose me lo decían todo. Te ibas, y era para siempre. Lo presentía, lo eras todo, tan perfecta, tan celestial, demasiado angelical como para pertenecer a este mundo. Lo eras todo, y un simple mortal no era merecedor de esa imponente imagen, de ese rostro divino, de esa mirada hipnotizante. Lo eras todo, y fuiste mía. Fuiste mía, y te fuiste. Eras toda mía, pero ya no.
Empieza a anochecer, vuelvo a recorrer esas calles, que 20 años atrás recorría rutinariamente al salir de la escuela. Tantos recuerdos, tantas anécdotas, y vos siempre presente. Esa vida que pasó, lo vivido, ya no está, ya se fue, se fue con vos, y vos no te vas nunca más.
Tomo el colectivo, vuelvo a mi casa. La cena estaba lista y mi sonrisa y las ganas vuelven a mí. Nadie sabe que fui a recordarte por ahí, nadie, pero debo seguir con mi vida.
Me senté a la cabecera de la mesa, te corro de mi mente por algunas horas, porque ahora es tiempo de cenar con mi esposa y mis hijos.