Los rumbos de la vida, tan inapropiadamente indescifrables, tan incansablemente impredecibles. Camino hacia un lugar, ese lugar, al que venía observando desde lejos. Me encuentro con el ritmo vertiginoso de la vida, tan paradójicamente gradual, sin darnos cuentas terminamos donde el destino quiere. Y en el medio de todo eso el amor. Ahora bien, convengamos que nadie tiene la definición apropiada del amor. ¿Qué es el amor entonces? No es un alguien, sino un qué. Es eso intangible que nos da fuerza, nos da vida, nos llena tanto de felicidad, y cuando falta nos deja tan pero tan vacíos, un vacío imposible de llenar. “Sos el amor de mi vida” dice por ahí algún muchacho enamorado. ¿Está bien expresada esa frase? No. Error. El amor es lo que sentimos hacia ese alguien, como a un hijo, a un padre, a una novia.
Sigamos con esto. Cuando se dice “sufro por amor”, otra frase mal utilizada. Lo que nos hace sufrir es la ausencia del amor, la ida de esa persona que nos proveía de ese amor, que nos llenaba de felicidad, que se marchó y no va a volver.
El amor fija nuestro rumbo, pero al mismo tiempo nos lleva hacia donde no planeamos ir, hacia ese lugar de bienestar absoluto, y cuando perdemos su guía al abismo más profundo. Entonces, ¿por qué estoy triste? ¿Es por la falta de amor? ¿Es porque no encuentro mi rumbo? ¿No encuentro mi rumbo por no encontrar el amor? ¿No encuentro el amor por no fijar mi rumbo? Creo que es un poco de todo.
Alguien me cuida desde el cielo, lo sé, o al menos eso quiero creer, al menos eso me hacen creer. Distancias, rumbos, amor. ¿Quién soy yo para hablar de esto? Alguien que sufrió y utilizó mal todas esas frases y muchas otras que no están acá. Sí, soy yo, ese que duda de todo, que dudó, que negó y se arrepintió de tantas otras cosas. Ese soy yo, el que te extraña, el que mira tus fotos e intenta contener las lágrimas. Ese que siente que sin vos no hay rumbo, que ni la familia ni los amigos pueden ayudar. Ese que se siente muy solo, ese que se habla con tanta gente, y al mismo tempo se encierra.
Nos vamos a volver a ver a los ojos, lo sé, o al menos eso me hacen creer, allá arriba, donde te escondés de mí, donde me observás impaciente, desesperada sin saber que hacer. Porque sé que estás allá. Y yo quiero ir con vos.
